Sumario: | Durante los primeros ochenta años de la industria fílmica, la narrativa pareció apelar a las grandes producciones transpositivas -especialmente las originadas en la literatura- para quitarse complejidad y dotarse de una moralidad transparente. Después crece una operatoria contraria en los dos órdenes, que pone en evidencia, por contraste, la esquematización esencialista de las anteriores versiones. Junto a estos cambios, inscriptos entre los que definen el estilo de época, ha ocurrido también la caída de los (imposibles) objetivos de permanencia y fidelidad que parecieron guiar la transposición entre medios y lenguajes. Mientras el espectador sigue pasando de la condición benjaminiana de erudito a la de bricoleur.
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