Sumario: | En el mil setecientos coexisten en el campo arquitectónico tendencias estilísticas distintas. A fines del siglo XVII el lenguaje barroco, que había alcanzado su plena madurez en Italia, se difunde en toda Europa siguiendo una natural evolución con distintos matices según el lugar y la genialidad del arquitecto. Así la era de los gobiernos absolutos y de la hegemonía eclesiástica, caracterizada por una estética celebratoria y grandilocuente, cede lentamente a las grandes transformaciones políticas y sociales. Y, en este sentido, el reino de Luis XIV, concluido en 1715, dejó un modelo fundamentalmente para todos los soberanos de Europa que miraban al palacio real de Versalles como una expresión insuperable del poder centralizador, una síntesis estética exquisita, ejemplo de prestigio revisitado y simplificado por los proyectistas tardobarrocos. Arquitectos y artistas realizaron un códice-estilo, basado en la monumentalidad, que enfatizaba y difundía los valores típicos del absolutismo como la gloria y la sacralidad del soberano, investido de la voluntad divina. Se habla así de estilo tardobarroco, fruto de la evolución multiforme que el lenguaje estético-arquitectónico del mil seiscientos tuvo en Europa en el curso de la primera mitad del siglo XVIII.
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